Δευτέρα 27 Απριλίου 2020

Realidad traumática y paranoias ordinarias.


Ante la pandemia del Covid19 se multiplican los relatos simplificadores con tintes paranoides. Τodos ellos tiene como eje central la idea que la pandemia de virus es resultado de unos malos cerebros que quieren someter a la humanidad. Aclaremos: Desde luego la situación actual se puede aprovechar para desmantelar aun mas las libertades y derechos sociales , desde luego puede ser un paso para avanzar a una sociedad de control sin precedentes, perο eso no implica que la pandemia o las medidas de confinamiento son resultado de la un plan meditado por las elites. En otras palabras no se deben confundir los posibles efectos políticos y sociales de la situación -un aumento del control biopolítico de la población- con las causas de la pandemia. Una cosa es que la situación de la pandemia funcione a una determinada dirección y otra cosa es que se haya creado conscientemente con el objetivo de funcionar a esta dirección. Dicho con sencillez, el error consiste en convertir el efecto en causa .

Por cierto, algunos niegan incluso la misma existencia de la pandemia. Las imágenes de UCI desbordadaslas entrevistas a médicos exhaustos las cifras no les afectan. Siguen insistiendo, incluso después de tantas semanas, que la emergencia no existe, que todo es resultado de una enorme manipulación o delirio. Para ser mas precisos, pocas veces encuentras estas posiciones como discursos personales coherentes. Las personas que los reproducen suelen mezclarlos – unas veces sostienen que la pandemia no existe y otras que la pandemia existe porque algunos centros lo han querido -  dependiendo del momento.

Hay una serie de mecanismos que se utilizan para justificar estas posturas. Un mecanismo es la atención selectiva: ante todos las informaciones que surgen, se presta atención sólo a aquellas que confirman la creencia del sujeto -en el caso de Covid19, por ejemplo, el caso de algún hospital no desbordado o de alguna residencia geriátrica sin afectados se ven como demostración de que la pandemia casi no existe o que es un virus normal.

En algunos casos se escogen investigaciones -como la de la Universidad de Stanford, https://www.medrxiv.org/content/10.1101/2020.04.14.20062463v1.full.pdf- o entrevistas de expertos que a los ojos de algunos lectores son pruebas de que este virus “no es para tanto”. Se olvida que una investigación o una declaración nunca son suficientes para demostrar algo. Además tienes que poder hacer una lectura en profundidad para poder valorarla. Por ejemplo, en el articulo investigación de la Universidad de Stanford se comenta que el virus tiene una tasa de letalidad mucho mas baja que lo que pensabamos pero es extremamente contagioso y en consecuencia el porcentaje de los fallecidos en relación con el numero total de contagiados es bajo. Por tanto, no se trata de un virus agresivo pero  provoca victimas porque es muy contagioso.  No obstante la investigación circula en la red como demostración de que no representa un alto riesgo porque mata sólo el 0.1% de los afectados, ignorando el contenido real y las limitaciones de la publicación. Y lo mismo pasa en muchísimos casos de opiniones o investigaciones de personas expertas.

Otro mecanismo para confirmar creencias conspiratorias son los argumentos «Ad ignorantum». Se trata de una falacia lógica según la cual todo es resultado de una o otra manipulación por parte de unos centros oscuros, porque no se puede demostrar lo contrario. Los que argumentan de esta manera responden a la objeciones a sus postulados con la pregunta «y cómo lo sabes que no es así?” El problema con este tipo de argumento se evidencia si pensamos lo siguiente: Imaginemos que alguien diga que ahora mismo circula en la avenida central un elefante porque no se puede demostrar que este elefante no circula. Es absurdo pero para algunas mentes es suficiente.

Pero el meollo de la cuestión no es la sesgos lógicos de estos silogismos sino lo que los origina: no es otra cosa de la angustia. Sabemos desde Freud que el delirio es una manera de dar coherencia a una experiencia caótica e insoportable. Es la respuesta del sujeto hablante y mortal ante un estado que lo desborda. La situación actual es inédita, y ademas nos recuerda de manera llana y clara nuestra propia finitud. El sentido común se ha invertido. Lo que antes era muestra de una conducta patológica (no salir de casa, no tocarse con los otros, limpiar constantemente manos y utensilios) se ha convertido en conducta apropiada. Residencias llenas de cadáveres de personas mayores. Pistas de patinar que se convierten en morgue a causa de la cantidad de muertos. . Enfermos que fallecen solos en las UCI. Una sociedad que hasta ahora reprimía e invisibilizada la muerte, se arroja a un cotidiano encaramiento con ella. Sin duda lsituación es abrumadora, traumática rompe los esquemas con los que concebíamos la realidad hasta ahora. Como pasa con muchas cosas malas e inesperadas surge el grito ¡eso no puede ser!. Una experiencia traumática necesita ser explicada e justificada, encontrar su causa  y sentido para poder ser afrontada. La religión ha sido el gran relato que ha permitido, por bueno o por malo, soportar lo insoportable. El Dios, el Diablo, los pecados de los Hombres, la justicia Divina, la muerte que no es el fin del todo, todo eso eran ideas a través de las que el sufrimiento o la muerte adquirían un sentido, y de esta manera se podían pensar y hablar, es decir, entrar en un proceso de elaboración simbólica que pulía su cruda realidad. Pero ahora, la relativa caída de esta narración ha dejado un hueco que ,ante una brote de angustia, se debe llenar de cualquier manera. Hay una necesidad de sentido y no hay relatos que la puedan cubrir. La angustia queda suelta y fomentada aun mas por la inflación informativa, la cibernetización del contacto humano, la ausencia de tacto. Una consecuencia  -entre otras - son los cuasi-delirios que escuchamos .

La crítica social, tan necesaria para no pagar la factura de esta crisis como de otras, o para no pasar de la crisis de Covid-19 a un régimen Covid-1984 orwelliano, es muy diferente del estado de paranoia ordinaria que aparece estos días. Para analizar la realidad es necesario no huir de su carácter traumático y poder distinguir el sufrimiento que es atribuible a la organización social y política de la fragilidad que es constitutiva de la existencia humana.






Σάββατο 4 Απριλίου 2020

Hacer vivir y dejar morir en la era de Covid-19


Crisis de la pandemia de Covid-19: En condiciones de falta de recursos sanitarios, o, mejor dicho, de colapso, se puede decidir asignar un respirador o una cama de la UCI a una persona  joven - luchar hasta el final por su vida - y no a una persona mayor. En un escenario aun mas dramático, gente de avanzada edad muere abandonada en algunas residencias geriátricas. La segunda noticia se considera escandalosa, pero no tanto la primera, que se ve con mas compresión ya que “¿qué mas se podría hacer?” Lo que no se nota es que una linea continua conecta la primera práctica (la priorización de los jóvenes en el tratamiento) con la segunda (el abandono de los mayores en la residencia) porque las dos parten del mismo principio. La emergencia sanitaria evidencia que en la sociedad actual no todas las vidas valen lo mismo.

¿No se trata de una discriminación basada en la edad, constitutiva de los valores y las conductas de nuestra época, y cultivada desde hace décadas en los medios de comunicación, la publicidad, la selección de personal en las empresas, o la producción de mercancías? La juventud - y lo que la acompaña - se ha convertido en una especie de medida de valor. En un vídeo un medico explicaba la lógica de la medicina de la catástrofe: “en este caso no miramos la utilidad individual del tratamiento para el paciente, sino su utilidad social”. Desde hace bastantes años, la enseñanza ideológica neoliberal nos dice lo mismo: el mas competitivo sobrevive. Las oportunidades son para ser aprovechadas por los mas emprendedores. En los trabajos, en las relaciones sociales y ahora en la distribución de los respiradores y las camas -todo precarizado por las doctrinas de esta enseñanza – domina de manera explícita o implícita, la ley del mas fuerte. Las crisis económicas o sanitarias hacen que este sistema de valorización muestre su carácter canibálico , que condena una parte de la población al miedo, la desesperación, la soledad y, a veces, la muerte.

La medicina de la catástrofe habla de la “utilidad social” -y no individual- a la hora de decidir si se asigna un recurso sanitario o no a un paciente. Desde luego , después de la crisis y los recortes, la catástrofe llega con mucha mas facilidad. Pero es una catástrofe no por el virus, el virus es sólo su catalizador. Y se puede pensar, sin mucha probabilidad de equivocarse, que en la práctica una noción tan abstracta como “utilidad social” significará que los pacientes sin recursos económicos  o contactos sociales estarán condenados. Porque, obviamente, un médico no va a dejar fuera de la UCI un paciente que es pariente de un cargo publico importante o de un empresario, incluso si este paciente sufre un cáncer matastático avanzado o cualquier otra patología seria – se supone que si tienes poca probabilidad de sobrevivir o poca esperanza de vida, la medicina de la catastrofe  no te prioriza, pero eso depende siempre de quién eres... Como siempre la desigualdad social muestra sus dientes: los mas pobres lo tienen peor.

 Y se puede añadir que cuando se habla del valor social del paciente, se plantea la hipótesis de que se anteponen trayectorias vitales normativas. Qué añade valor social según los criterios establecidos? La Familia, el dinero, el éxito, la fama. Las proporciones de estos elementos pueden variar pero seguro que un ejercicio de la diferencia y de la subjetividad que no pasa por estos criterios resta y no suma  ante los ojos del evaluador. En las sociedades supuestamente libres, se avala la libertad individual y cada uno puede elegir su forma de vida , pero la situación que atravesamos muestra que esta libertad puede ser una palabra vacía cuando viene el momento de su valorización social. Al final, lo que se afirma son las jerarquías sociales y  aun más sus formas mas conservadoras. Y la distribución desigual de la muerte, que siempre algo tiene que ver con ellas.