Σάββατο 4 Απριλίου 2020

Hacer vivir y dejar morir en la era de Covid-19


Crisis de la pandemia de Covid-19: En condiciones de falta de recursos sanitarios, o, mejor dicho, de colapso, se puede decidir asignar un respirador o una cama de la UCI a una persona  joven - luchar hasta el final por su vida - y no a una persona mayor. En un escenario aun mas dramático, gente de avanzada edad muere abandonada en algunas residencias geriátricas. La segunda noticia se considera escandalosa, pero no tanto la primera, que se ve con mas compresión ya que “¿qué mas se podría hacer?” Lo que no se nota es que una linea continua conecta la primera práctica (la priorización de los jóvenes en el tratamiento) con la segunda (el abandono de los mayores en la residencia) porque las dos parten del mismo principio. La emergencia sanitaria evidencia que en la sociedad actual no todas las vidas valen lo mismo.

¿No se trata de una discriminación basada en la edad, constitutiva de los valores y las conductas de nuestra época, y cultivada desde hace décadas en los medios de comunicación, la publicidad, la selección de personal en las empresas, o la producción de mercancías? La juventud - y lo que la acompaña - se ha convertido en una especie de medida de valor. En un vídeo un medico explicaba la lógica de la medicina de la catástrofe: “en este caso no miramos la utilidad individual del tratamiento para el paciente, sino su utilidad social”. Desde hace bastantes años, la enseñanza ideológica neoliberal nos dice lo mismo: el mas competitivo sobrevive. Las oportunidades son para ser aprovechadas por los mas emprendedores. En los trabajos, en las relaciones sociales y ahora en la distribución de los respiradores y las camas -todo precarizado por las doctrinas de esta enseñanza – domina de manera explícita o implícita, la ley del mas fuerte. Las crisis económicas o sanitarias hacen que este sistema de valorización muestre su carácter canibálico , que condena una parte de la población al miedo, la desesperación, la soledad y, a veces, la muerte.

La medicina de la catástrofe habla de la “utilidad social” -y no individual- a la hora de decidir si se asigna un recurso sanitario o no a un paciente. Desde luego , después de la crisis y los recortes, la catástrofe llega con mucha mas facilidad. Pero es una catástrofe no por el virus, el virus es sólo su catalizador. Y se puede pensar, sin mucha probabilidad de equivocarse, que en la práctica una noción tan abstracta como “utilidad social” significará que los pacientes sin recursos económicos  o contactos sociales estarán condenados. Porque, obviamente, un médico no va a dejar fuera de la UCI un paciente que es pariente de un cargo publico importante o de un empresario, incluso si este paciente sufre un cáncer matastático avanzado o cualquier otra patología seria – se supone que si tienes poca probabilidad de sobrevivir o poca esperanza de vida, la medicina de la catastrofe  no te prioriza, pero eso depende siempre de quién eres... Como siempre la desigualdad social muestra sus dientes: los mas pobres lo tienen peor.

 Y se puede añadir que cuando se habla del valor social del paciente, se plantea la hipótesis de que se anteponen trayectorias vitales normativas. Qué añade valor social según los criterios establecidos? La Familia, el dinero, el éxito, la fama. Las proporciones de estos elementos pueden variar pero seguro que un ejercicio de la diferencia y de la subjetividad que no pasa por estos criterios resta y no suma  ante los ojos del evaluador. En las sociedades supuestamente libres, se avala la libertad individual y cada uno puede elegir su forma de vida , pero la situación que atravesamos muestra que esta libertad puede ser una palabra vacía cuando viene el momento de su valorización social. Al final, lo que se afirma son las jerarquías sociales y  aun más sus formas mas conservadoras. Y la distribución desigual de la muerte, que siempre algo tiene que ver con ellas.

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