En la vida humana, los
otros tienen un rol constitutivo: Sin ellos el “yo” aparece frágil. No podemos imaginar una
persona que ha crecido en el aislamiento absoluto. Se puede decir que cualquier experiencia se
refiere a los otros y nuestra relación con ellos. Los otros –reales o
imaginarios- están siempre presentes aunque esta presencia no se vive siempre
como positiva. Nuestra
capacidad de afrontar condiciones adversas depende de esta presencia y sus características.
Se puede aguantar una
experiencia que se vive individualmente si alguien se siente querido y
reconocido por otros significativos. En
la vida individual, el sentimiento de estar acompañado incluso cuando los otros
reales no esten presentes es lo que
permite sobrevivir psíquicamente en
condiciones extremas.
Algunos psicólogos han
hablado de “resiliencia” : la capacidad de afrontar las dificultades y superarlas,
la adaptación positiva en contextos de gran adversidad. Este término expresa
algo que es más que la “resistencia”. La “resistencia” en general expresa la actitud de mantenerse en pie de lucha ante un
ataque. Se puede decir que la resiliencia es el contraataque dialéctico que convierte las
condiciones adversas en un terreno de crecimiento personal o colectivo. Ojo:
este crecimiento conlleva muchas veces la integración de una o unas pérdidas. Es
posible sólo si la perdida se acepta y no provoca desorientación y derrotismo
permanentes sino una creación de nuevos significados y nuevas prácticas que dan sentido a la vida. En
otros términos, hay que ver la dificultad,
la pérdida, la interrupción o el estancamiento de una actividad (y me refiero
tanto a lo personal como a lo colectivo) como vivencias que confirman algo
sencillo: que la vida no es perfecta, que la vida es lucha.
Esta lucha no es una guerra con ejércitos convencionales y batallas a gran escala, con victorias o
derrotas según la conquista o la perdida de territorios , el número de bajas
etc. Esta lucha tiene más bien la forma de una guerrilla en la que la flexibilidad y la adaptación en las condiciones
objetivas son condiciones vitales para poder seguir existiendo y luchando. Dicho de otra
manera, la vida no es una guerra en la que cuando no ganas pierdes sino una guerrilla en la que cuando no pierdes
ganas.
La experiencia del movimiento
Zapatista en la década de los 90 es muy ilustrativa de la cuestión que es
permanente en todos los niveles de la existencia humana: el manejo de la
contradicción entre lo subjetivo y lo objetivo. En 1992, el movimiento de los indígenas
en el sur de México realizó unos primeros ataques militares directos pero después,
ante la evidente supremacía del ejército gubernamental, los Zapatistas
respondieron politizando y desmilitarizando --hasta cierto punto- el conflicto,
y promoviendo intensamente sus alianzas con los movimientos sociales dentro y
fuera de Méjico. Con un discurso que expresaba el deseo no de una conquista de poder imposible, sino de la creación de un nuevo mundo desde
abajo, consiguieron bloquear políticamente la ofensiva militar del
Estado. Los Zapatistas no renunciaron los objetivos de libertad social y
redistribución de la riqueza para los indígenas, la gente de Méjico y de todo
el mundo. Los mantuvieron, adoptando una estrategia flexible que convirtió en parte la guerra militar en guerra comunicacional. En este segundo terreno
se hicieron más fuertes que el estado. Así siguen hasta la actualidad. Lo que
es importante destacar que salieron de
la mortífera bipolaridad “victoria total o derrota total” con un estrategia que
les daba la oportunidad de seguir trabajando políticamente y ampliando los espacios
de su libertad social.
El movimiento avanzó replanteando
los significados de los términos “victoria”, “éxito”, “conquista”. Utilizaron
todos los medios disponibles e incorporaron en su visión no sólo el
conocimiento de los manuales de guerrilla sino también el feminismo, la ecología o las nuevas tecnologías.
La condición militar era aplastante y por eso prefirieron no “resistir”
frontalmente, sino retirarse y contraatacar por otros medios.
Volvamos ahora al tema de
la presencia real o imaginaria de los
otros como factor decisivo para el manejo de las dificultades, la “resiliencia”,
la resolución de la contradicción entre lo subjetivo y lo objetivo. Como en el
caso de la guerilla / “guerilla” zapatista, los recursos necesarios dependen de la
activación del Otro como aliado, que convierte
el problema en problema compartido . La
red entre movimientos sociales y Zapatistas hizo que el problema de la opresión
de una población de indígenas se transformara en un problema de la humanidad contra el
neoliberalismo. En una nueva concepción de la realidad, la realidad cambia. El EZLN (Ejército Zapatista de Liberación
Nacional) no luchaba contra el gobierno
Mejicano y los movimientos sociales solidarios no luchaban solo para apoyar el
EZLN. Más bien el EZLN se hizo
referencia de una batalla mucha más amplia y multidimensional contra los centros de poder mundiales,. De esta manera cuando el ejército estatal o los paramilitares entraban en una comunidad
de indígenas y asesinaban campesinos, la victimas no eran unos “desfavorecidos”
sino una parte de un Sujeto más amplio que, por ser más amplio, inter-individual
y colectivo podía integrar estos golpes.
Evidentemente los indígenas
seguían expuestos a la violencia de la pobreza y de la opresión. A veces veces
el terror era más grande que antes del inicio del conflicto. Pero gracias a la presencia
real o imaginaria del Otro como aliado, la experiencia no era la misma. Tal vez los malestares tenían un sentido que permitía integrarlos y seguir adelante. Si no me
equivoco, Alain Badiou escribe en su libro “The Communist Hyphotesis” que la
escena de unas personas discutiendo en
una mesa una tarde como cualquiera
adquiere otro significado si se tiene en cuenta que estas personas son
militantes que hablan sobre las perspectivas de su actividad política, de una
posible huelga etc. La escena ya ha cambiado aunque sea exactamente la misma. Lo
cotidiano se ha hecho interesante, creativa, intensa, activo . Estos hombres y mujeres que discuten en la mesa producen
una narrativa compleja y densa en la que su posible cansancio, su aburrimiento o
tristezas individuales se aceptan y se integran porque son piezas de un Todo más significativo que ellas.
Aunque evidentemente, la actividad militante o política no es el único medio para crear el sujeto colectivo, se puede decir que ,en todo caso, el ser y sentirse parte de ello,
contribuir a su creatividad y existencia, hacen que la vida cotidiana desvele toda su riqueza posible.
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