1.
La dialéctica del Amo y del Siervo.
El
filósofo franco-ruso Kojève escribía que el ser humano en sus
interaccciones es siempre Amo o Siervo. Interpretando al Hegel,
comenta que cuando dos personas se encuentran, en cualquier relación
social (profesional, laboral, amistosa, familiar, erótica), se
desarrolla una lucha entre ellos por el “puro prestigio”. A
saber, una lucha por obtener el reconocimiento del otro.
Evidentemente esta lucha puede aparecer como transacción económica,
conversación , o contacto amoroso. Al fondo siempre los humanos lo
que buscan es ser plenamente reconocidos por los otros -este es el
deseo fundamental que atraviesa nuestras vidas según la lectura de
Hegel que hace Kojève.
Efectivamente,
se puede criticar la idea de que la dimensión más básica de las
relaciones humanas es la lucha por el reconocimiento. Las relaciones
entre personas y seres se caracterizan también por la constante
asociación y colaboración, y también la solidaridad. Pero la
relación igualitaria del mutuo reconocimiento, emerge sólo a medida
que se ha superado una fase mas primaria, que es la de la
confrontación - del yo y del otro-, que es necesaria para que cada
“yo” tome conciencia de sí mismo.
Sin
los otros, sin la comparación, identificación o competición con
ellos , es imposible tomar conciencia de los propios limites. Así
que cuando dos personas se encuentran, hay siempre un primero acto de
toma de posiciones , un intento de definir “quién es cada uno en
relación con el otro”. Y eso porqué, -siguiendo autores como
Hegel, Sartre, Althusser o Lacan– es mediante la mirada de la
otra persona que el sujeto se auto-reconoce y toma conciencia de ser
algo. Sartre dice : “La mirada ajena
modela mi cuerpo en su desnudez, lo hace nacer, lo esculpe, lo
produce como es, lo ve como nunca lo veré yo. El prójimo guarda un
secreto: el secreto de lo que soy” Tomamos conciencia de lo
que somos gracias a la voz del otro y la mirara del otro que nos
interpela. Nos miramos cuando los otros nos miran. Por tanto , en
cada encuentro hay algo de sorpresa, de susto, de precaución y de
miedo, lo que Sartre llama una hemorragia interna.
La
“lucha por el prestigio” hegeliana es resultado de esta hemorragia.
Se basa en la pregunta “¿quién reconoce más al otro?” ¿Quién
se encuentra en la posición de ofrecer más reconocimiento que lo
que obtiene? Parece ,en otras palabras, que la gente, según la
perspectiva Kójeve-Hegel, está atrapada en esta peculiar economía
del reconocimiento .
En
la metáfora hegeliana -llamémosla así – la persona que tiene
más miedo, la que se siente menos segura en la relación entre
dos seres acaba dando más que lo que recibe. El siervo se convierte
en siervo porque en su confrontación con el otro tiene miedo a
“no sobrevivir”. Hegel dice: miedo a la muerte durante la
confrontación. El Amo por su parte se convierte en Amo porque su
miedo es menor. Por eso el siervo se somete al Amo y trabaja por él.
El Amo es Amo precisamente porque no tiene la necesidad de decir
“sí” al otro a causa del miedo, no reconoce al otro en la misma
medida que el otro le reconoce.
El Amo gana poder y comodidad gracias al reconocimiento (material o
“inmaterial”) que le ofrece el siervo. El siervo pierde su
libertad para ganar su supervivencia – supervivencia física,
social o psíquica… Cada "Siervo" dice a su "Amo": “no
puedo sin ti”.
2. El Amor visto desde esta dialéctica.
Hoy
en día se habla mucho de la necesidad de des-idealizar el Amor, de
promover un amor sin sufrimiento y dependencia, una amor sano y
simétrico, diríamos un amor democrático. Es un este punto que la
lectura del Kojève y de Hegel puede ser extremamente útil. Porque
nos muestra que tal asimetría
es, hasta cierto punto, inevitable. La asimetría
es constitutiva del amor
-aunque el amor no es sólo
asimetría. El sentimiento
de dependencia, y el
reconocimiento desigual,
no son
accidentales.
Son rasgos
estructurales de una relación amorosa. Desde luego, no todas las formas de dependencia son iguales. Una cosa
es pasar una temporada de duelo a causa de una separación y otra
cosa muy diferente es, por ejemplo, suicidarse... Sin embargo la
dependencia de alguna manera, o
en algun grado, siempre
existe. Es el sentimiento que conecta
mi -ideal de- felicidad con tu presencia...
En
este sentido , según el esquema de Kojève y Hegel el amor
reproduce
la dialéctica entre Amo y Siervo. Cuando dos personas se
encuentran y la atracción mutua se manifiesta siempre se abre un
interrogante: ¿Quién de los dos teme más
perder al otro? Dicho de
otro modo, la
cuestión central del encuentro es para quién esta relación es
imprescindible o más
necesaria. Es decir, quién se siente más
atrapado en la necesidad de estar con el otro. ¿Quién se vuelve
loco o más ansioso ante la posibilidad de una ruptura? La persona que
más
teme,
funciona, digamos,
más como
amante
que como
amada.
Es “el Siervo” del
relato hegeliano.
La que menos teme y
es
más
amada
que amante
es
“el Amo” de este relato.
La
persona que menos teme perder, menos se sentirá obligada por sus
emociones a buscar al otro, a dedicar sus pensamientos, sus palabras
y sus gestos a él. Es mas libre para vivir la vida fuera de este
vinculo particular. La persona que está mas apegada, no tiene esta
libertad. Necesita al otro como agua, y se siente obligada al
buscarle como agua. Por cierto , nada impide
que los dos miembros de la pareja se puedan
desear y querer mucho, pero Hegel y Kojève no cuestionan eso: lo que
plantean es que toda relación, incluida la relación amorosa, no
puede sino ser una relación asimétrica a partir del miedo desigual
que cada uno tiene por
perder la aceptación, el
reconocimiento , el interés del otro .
Hegel continua la descripción de la peculiar paradoja: el reconocimiento que gana el Amo por parte del siervo, no le ofrece satisfacción ya que es sólo el reconocimiento de un siervo. En cuestión de las relaciones amorosas eso quiere decir que una oferta intensa e apasionada de amor, provoca el desamor del otro. La aceptación, por ser tan plena, no motiva a la persona amada a buscar a su amante, porque el amante ya está siempre a su disposición. El amor se alimenta por la falta, por la ausencia de la plenitud, así que cuando alguien da todo lo que podría dar, la atención por parte la persona que recibe se desvanece. El esfuerzo del Amante no nutre el interés del Amado sino su indiferencia. Y así surge un circulo vicioso: esta indiferencia aumenta la angustia del Amante que teme la ruptura...A causa de esta angustia aumenta sus esfuerzos que , a su vez, aumentan la distancia del Amado.
La
persona amada intuye
quizás
lo que Baltasar Gracián escribía sobre la admiración: la
admiración a alguien
revela las imperfecciones de la persona que admira, no las virtudes
de la persona que es admirada. Así que cada ser amado que disfruta la
admiración de su amante, se siente un poco cansado, o pronto así se
sentirá, por tanta idealización, por tanto afecto. Los
psicólogos de la “teoría
del apego” (attachment
theory)
hacen una pregunta muy
sincera en las
entrevistas de evaluación psicológica:
“¿Considerá Ud.
que le sería fácil
encontrar otra pareja si dejara su relación actual?” El
apego total, se interpreta cómo signo de dificultad para crear
vínculos alternativos.
Triste noticia para los muy enamorados: el
que renuncia su libertad para entregarse al otro, pierde su
atractivo...
Deseamos
al otro buscando ser deseados/as por él. No queremos
sino ser queridos/as,
y en consecuencia cuando nos sentimos plenamente queridos/as,
ya
estamos
menos motivados/as para seguir
queriendo. Ya
que cada oferta de amor, es al mismo tiempo una demanda, el circuito
del enamoramiento puede funcionar sólo a medida que
no se satura, y no se satura cuando la
oferta de
amor
no es
abundante. Cuando esta
oferta por una de las partes es plena, el amado recibe de antemano
todo lo que podría desear,
y
eso le hace dudar.
Quizás
piense que
lo que recibe no le ofrece la felicidad y tendría que buscar esta felicidad
en otro lugar, en otros
abrazos. El apego
total por parte del
amante
conduce a la insatisfacción
de la persona amada
. Cualquier organismo humano que está
en un territorio
determinado y ve que este territorio ya no da para mas, necesita
moverse. El Amado se va
porque aquí ya tiene todo
lo que hay. Por lo menos así cree...
Slavoj
Zizek comenta, no me
acuerdo dónde,
el amor “ilegal”
de aquella persona casada, que espera el momento de su divorcio
para vivir su amor con su amante. Su aventura está llena de pasión
, y no deja de pensar en un futuro de felicidad. Sin embargo, cuando
ya se separa y puede libremente disfrutar su nueva
relación, descubre que ya
no está motivada. Cuando
ya lo tiene todo, se
siente que este “todo”
no vale tanto la pena. La
atracción ha desaparecido, porque ya ha desaparecido la promesa, y
la felicidad se debe encarnar en
un crudo y real
“aquí y ahora”...
3.
El Amor
Sin Amos y Siervos.
La
competición por el reconocimiento caracteriza el amor, sin embargo,
la relación dura cuando esta competición se vuelve mas limitada y
menos rígida. El
vinculo dura -sin que sea un vinculo de dominación pura-
cuando la “servidumbre” del
amante
no está de todo dada, cuando el
Amado no
puede estar totalmente seguro de la entrega total del otro -cosa
que le conduce a ser, él
mismo, Amante.
Dicho de otra manera
el vinculo se mantiene
a medida que cada uno es amante y amado al mismo tiempo.
Y se podría decir que
a medida que la ruptura puede aparecer por ambas partes, mayor
estabilidad tiene el
vinculo. La
medida de la viabilidad de la relación amorosa es su
bidireccionalidad, el
nivel de mutuo reconocimiento.
¿Qué
nos puede aproximar al mutuo reconocimiento? ¿Qué
es lo que al final
hace que el amor dure, ya que, al fin y al cabo, la “competición
por el reconocimiento” hegeliana constituye y al mismo tiempo socava el amor?
Efectivamente, en cada relación amorosa, los cuerpos tienen un papel
determinante. El encuentro sexual, “sella” la relación amorosa,
funciona como una prueba de que tal relación existe. Cuando esta
prueba se entrelaza con las pruebas que ofrece el lenguaje, la
afirmación se vuelve aun mas significativa. Pero, para decir la
verdad, ni el sexo -que no es una prueba de amor- ni las palabras
-que se las lleva el aire- son pruebas
de una potencia que pueda
vencer el tiempo. ¿Se
puede pensar una
fuerza que permita que
el
amor se
sostenga,
sobreviva
y
dure?
El amor, -dice A. Badiou- es fiarse
del destino, dejando
al lado los cálculos de reciprocas ventajas y desventajas.
Es estar presente a una
nueva
revelación
del mundo, que es
experimentar las cosas
desde otra perspectiva, descentrada,
que no se basa en la mera supervivencia personal...Pues,
bien, veo que la fuerza que permite esta confianza es la
ternura.
Pienso
que la ternura
no busca
las
virtudes
imaginarias
del otro, no
idealiza,
sino abraza
la
imperfección de
la persona amada y también la imperfección de la relación,
abriendo así
un
espacio para acariciarlas,
aceptarlas,
disfrutarlas.
Convierte
el
crudo “aquí y ahora” en
un lazo duradero porque ya no pesa la esperanza de un futuro mejor,
sino
que pesa la aceptación mutua de la realidad
y de la fragilidad
de cada uno.
Siempre
me gusta volver a Luce Irigaray,
que
habla
de una filosofía
de la caricia,
que
es una invitación al reposo, a otro modo de pensar, percibir y ser,
mas calmo y menos utilitario.
La
ternura es
el amor en reposo
.
Se
puede decir que este amor en
reposo es el que puede durar y,
en consecuencia, está
más
cerca -o
es parte fundamental- de
lo que solemos llamar
“amor verdadero”.
Se
trata quizás
del
horizonte de todo afecto y deseo. Lo
experimentamos de una manera precaria, y
a
veces, creemos que casi lo tocamos, pero
luego vemos que otra
vez
nos escapa. Todo encuentro erótico, y todas nuestras obras y
relaciones
en
general,
buscan
llegar a este horizonte, que
con el tiempo puede
tomar
el
color de un sueño inalcanzable. Pero
no
tenemos otra opción,
hay
que
seguir adelante. Sammuel
Beckett escribe:
“Ever tried. Ever failed. No matter. Try Again. Fail again. Fail
better.” Intentalo.
Fracasa. Intentalo otra vez. Fracasa de nuevo. Fracasa mejor.
"La ternura abraza la imperfección del otro" Genial!
ΑπάντησηΔιαγραφήY todo lo demas tambien. ;-)