Ante
la pandemia del Covid19 se multiplican los relatos simplificadores
con tintes paranoides. Τodos
ellos tiene como eje central la idea que la pandemia de virus es
resultado de unos malos cerebros que quieren someter a la
humanidad. Aclaremos: Desde luego la situación actual se puede
aprovechar para desmantelar aun mas las libertades y derechos
sociales , desde luego puede ser un paso para avanzar a una sociedad
de control sin precedentes, perο eso
no implica que la pandemia o las medidas de confinamiento son
resultado de la un plan meditado por las elites. En otras palabras no
se deben confundir los posibles efectos políticos y sociales
de la situación -un aumento del control biopolítico de la
población- con las causas de la pandemia. Una cosa es que la
situación de la pandemia funcione a una determinada dirección y
otra cosa es que se haya creado conscientemente con el objetivo de
funcionar a esta dirección. Dicho con sencillez, el error consiste
en convertir el efecto en causa .
Por
cierto, algunos niegan incluso la
misma existencia de la pandemia. Las imágenes de UCI desbordadas, las
entrevistas a médicos exhaustos o las
cifras no les afectan. Siguen insistiendo, incluso después de tantas
semanas, que la emergencia no existe, que todo es resultado de una
enorme manipulación o delirio. Para
ser mas precisos, pocas veces encuentras estas posiciones como
discursos personales coherentes. Las personas que los reproducen
suelen mezclarlos – unas veces sostienen que la pandemia no existe
y otras que la pandemia existe porque algunos centros lo han querido - dependiendo del momento.
Hay
una serie de mecanismos que se utilizan para
justificar estas posturas. Un mecanismo es la atención selectiva:
ante todos las informaciones que surgen, se presta atención sólo a
aquellas que confirman la creencia del sujeto -en el caso de Covid19,
por ejemplo, el caso de algún hospital no desbordado o de
alguna residencia geriátrica sin afectados se ven como
demostración de que la pandemia casi no existe o que es un
virus normal.
En algunos casos se escogen investigaciones -como
la de la Universidad de
Stanford, https://www.medrxiv.org/content/10.1101/2020.04.14.20062463v1.full.pdf- o
entrevistas de expertos que a los ojos de algunos lectores son
pruebas de que este virus “no
es para tanto”. Se olvida que una investigación o una
declaración nunca son suficientes para demostrar algo. Además
tienes que poder hacer una lectura en profundidad para poder
valorarla. Por ejemplo, en el articulo investigación de
la Universidad de Stanford se comenta que
el virus tiene una tasa de letalidad mucho mas baja que lo que
pensabamos pero es extremamente contagioso
y en consecuencia el porcentaje de
los fallecidos en relación con el numero total de contagiados es
bajo. Por tanto, no se trata de un virus agresivo pero
provoca victimas porque es muy contagioso. No obstante la
investigación circula en la red como demostración de que no
representa un alto riesgo porque mata sólo el 0.1% de los afectados,
ignorando el contenido real y las limitaciones de la publicación. Y
lo mismo pasa en muchísimos casos de
opiniones o investigaciones de personas expertas.
Otro
mecanismo para confirmar creencias
conspiratorias son los argumentos «Ad
ignorantum». Se
trata de una falacia lógica
según la cual todo es resultado de una o otra manipulación por
parte de unos centros oscuros, porque no se puede demostrar lo
contrario. Los que argumentan de esta manera responden
a la objeciones a sus postulados con la pregunta «y cómo
lo sabes que no es así?” El
problema con este tipo de argumento
se evidencia si pensamos lo siguiente: Imaginemos que
alguien diga que
ahora mismo circula en la avenida central un elefante porque no se
puede demostrar que este elefante
no circula. Es absurdo pero para algunas
mentes es suficiente.
Pero el
meollo de la cuestión no es la sesgos lógicos de estos silogismos
sino lo que los origina: no es otra cosa de la angustia. Sabemos
desde Freud que el delirio es una manera de dar coherencia
a una experiencia caótica e insoportable. Es la respuesta del
sujeto hablante y mortal ante un estado que lo desborda.
La situación actual es inédita, y ademas nos recuerda de
manera llana y clara nuestra propia finitud. El sentido común se ha
invertido. Lo que antes era muestra de una conducta patológica (no
salir de casa, no tocarse con los otros, limpiar constantemente manos
y utensilios) se ha convertido en conducta apropiada. Residencias
llenas de cadáveres de personas mayores. Pistas
de patinar que se convierten en
morgue a causa de la
cantidad de muertos. .
Enfermos que fallecen solos en las UCI. Una sociedad que hasta
ahora reprimía e invisibilizada
la muerte, se arroja a un cotidiano encaramiento con ella. Sin
duda la situación es
abrumadora, traumática y rompe los
esquemas con los que concebíamos la
realidad hasta ahora. Como pasa con muchas cosas malas e
inesperadas surge el grito “¡eso no
puede ser!”. Una experiencia traumática
necesita ser
explicada e justificada, encontrar
su causa y sentido para
poder ser afrontada. La religión ha sido el gran relato que ha
permitido, por bueno o por malo, soportar lo insoportable. El Dios,
el Diablo, los pecados de los Hombres, la justicia Divina, la muerte
que no es el fin del todo, todo eso eran
ideas a través de las que el
sufrimiento o la muerte adquirían un sentido, y de esta manera se
podían pensar y hablar, es decir, entrar
en un proceso de elaboración simbólica que pulía su cruda
realidad. Pero ahora, la relativa
caída de esta narración ha dejado un hueco que ,ante una brote de
angustia, se debe llenar de cualquier manera. Hay una necesidad de sentido y no hay relatos que la puedan cubrir. La angustia queda suelta y fomentada aun mas por la inflación informativa, la cibernetización del contacto humano, la ausencia de tacto. Una consecuencia -entre otras - son los cuasi-delirios
que escuchamos .
La
crítica social, tan necesaria para no pagar la factura de esta crisis
como de otras, o para no pasar de la crisis de Covid-19 a
un régimen Covid-1984 orwelliano, es
muy diferente del estado de paranoia ordinaria que aparece estos días. Para analizar la realidad es necesario no huir
de su carácter traumático y poder distinguir
el sufrimiento que es atribuible a la organización social y política
de la fragilidad que es constitutiva de la existencia humana.